Ahora no la veo, pero seguro que tiene más de una solución

Hacía meses que se sentía así, ella no podía creerlo. Por su aspecto externo él daba sensación de fortaleza, de decisión clara, sin embargo aquella noche lo vió. Al mirar en el espejo, ella le vió, se enfrentó a un persona desesperada que trataba de salir del centro del volcán. La lava, pegajosa y caliente no le dejaba avanzar, todos le gritaban animandole a salir, y él lo intentaba, sabía que debía enfriar el volcán para que no le doliera el calor de la lava, para poder arrancarse de la piel aquel olor insoportablemente sulfurado. Estaba cansado. Todos animaban pero nadie entraba a salvarlo, nadie le tendia una cuerda o una mano, sólo le gritaban y le daban consejos de cómo salir. En un momento en el que las burbujas de calor pararon, él se lanzó a correr y llegó a tierra firme, recubierto todavia de lava sonreía. Tardaría en poder despojarse del olor y de aquel pegajoso material pero estaba fuera. Él sólo lo hizo, el sólo lo consiguió, él sonreía para sí mismo.

Se dió la vuelta y comenzó a gritar al resto que permanecia sumergido en la lava, les daba ánimos y consejos para salir de allí.

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(Adaptación de un relato escuchado a un niño de 8 años)